Arte y Espectáculos

“Un contexto adverso es más rico para crear una historia de amor distinta”

Charla con Gabriela Exilart sobre "En la arena de Gijón". La novela nació como una historia de celos y rivalidad entre hermanos, pero durante la investigación la autora se sorprendió con "el rol protagónico que las mujeres tuvieron en la guerra civil española y en la lucha por sus derechos civiles" y esos temas cobraron protagonismo.

Por Claudia Roldós

En la arena de Gijón, novela de la escritora marplatense Gabriela Exilart, va por su quinta edición. La historia, que fue publicada a fines del año pasado por Plaza y Janes, nació como una historia de celos y rivalidad entre hermanos pero durante la investigación del contexto histórico la autora se sorprendió con “el rol protagónico que las mujeres tuvieron en la guerra civil española y en la lucha por sus derechos civiles” y esos temas -y los personajes femeninos- ganaron mucho más protagonismo.

El libro de Exilart tiene a la lealtad como uno de los ejes principales, abordado en todos los aspectos que forman parte del texto: la amistad, el amor, la hermandad y la guerra.

La historia se cuenta en dos tiempos -1902 y 1936- y comienza a seguir a Purita -la hermana de Prudencia de Tormentas del Pasado- quién llega a Gijón para hacerse cargo de la fábrica de su padre y 35 años después, con las vicisitudes de sus hijas, Marcia y Gaia y de los hermanos Marco y Bruno Noriega, en el marco de una España dividida por las ideas.

En una charla con LA CAPITAL, la escritora profundizó sobre la estructura y las temáticas de esta ficción: “Un contexto adverso es más rico para crear una historia de amor distinta” dijo.

– Una vez más abordás una historia en dos tiempos. ¿Qué te gusta y qué desafíos te plantea este tipo de estructura en tus novelas?

– Esta nueva forma de estructurar mis novelas, que nació con Napalpí, me entusiasma mucho, me genera adrenalina a la hora de planificar. Es un gran desafío, porque hay ciertos datos que tengo que ocultar para que el lector no se dé cuenta de los trucos o misterios que quiero presentarle. La mayor dificultad reside en estirar lo máximo posible esa intriga, engañar sutilmente al lector para que luego se sorprenda. Me divierte hacerlo, mucho más que escribir una historia lineal.

– ¿Por qué elegiste como contexto histórico la guerra civil española, un proceso larguísimo, duro, que aún tiene heridas abiertas?

– Fue más que nada una búsqueda de mis raíces, entender aquello que contaba mi abuela materna cuando yo era chica. Las palabras “rojos”, “Franco”, “Valle de los Caídos” se repetían en su casa y yo no sabía de qué hablaba. Para mí rojo era nada más que un color. Luego supe que ella había vivido la época de la guerra siendo una jovencita, ella era franquista, y mi abuelo fue enfermero, pero él era republicano. Me costó entender ese matrimonio siendo que pertenecían a bandos opuestos. Aunque debo aclarar que la novela es pura ficción, más allá de que los datos históricos y lo que cuento sobre los frentes de batalla está basado en testimonios reales.

– En muchos casos hubo fracturas trágicas en familias, por tener ideas opuestas, siendo militantes de ellas o no. ¿Te inspiraste en los relatos de la historia de tu abuela y abuelo maternos para el caso de Blanca y sus hermanos?

– Sí, lo que pasó con mis abuelos y las anécdotas tan tristes que contaba mi abuela me sirvieron para armar la historia de Blanca y sus hermanos. Además, muchos testimonios contaban lo mismo, es decir que lamentablemente la fractura entre familias y amigos fue decisiva.

– Hay un planteo de las luchas obreras, el impacto real de las políticas sobre la posibilidad o no de sustento de miles de familias. ¿Cómo fuiste delineando los conflictos en la historia de ficción?

– Quise mostrar los dos lados, el lado obrero y su lucha, y el costado patronal y sus motivos. Por eso los protagonistas de esta novela, que son varios, participan de distintos sectores y son actores sociales muy disímiles. Plantear la novela en dos tiempos también me permitió mostrar el impacto de las huelgas, quiénes eran los poderosos en cierto momento para mostrar luego, cuando llegó la guerra, que allí el poderío económico ya no tenía peso, y sí lo tenía la ideología o el bando al que pertenecían.

– También se ve una reivindicación del rol de las mujeres en la guerra. ¿Es el otro rol que tienen Blanca, Cecilia González de Adurza, la corresponsal de guerra que comparte el campamento republicano y la mención histórica de la capitana Mika Feldman de Etchebéhère, por ejemplo?

– Yo misma me sorprendí mientras investigaba sobre la participación activa de las mujeres en la guerra. No solo estaban en la retaguardia, cocinando o curando enfermos, ellas también conducían camiones y empuñaban las armas. No me puedo olvidar de una frase que leí en un testimonio de una mujer que dijo “yo no vine a la guerra para morir con un trapo de cocina en la mano”.

– Por otro lado no soslayás la perversidad de la violación, el ultraje de las mujeres como herramienta de la guerra y también la tortura. ¿Cómo te preparaste para abordar esos aspectos tan duros?

– Cuando se escribe sobre la guerra hay que estar preparado para todo tipo de violencia. Así como se describe la “paella” entre los bandos enfrentados en la noche de Navidad, no pude dejar de contar las vejaciones, violaciones y las torturas de los campos de concentración. Esas atrocidades también eran parte de la guerra y había que sacarlas a la luz. Dejé al margen el tema de los robos de bebés, pero eso también surgió de los estudios para esta novela.

– Paralelamente, en la primera historia, está la lucha de una mujer, Purita, para ganarse el lugar que le es propio en la fábrica de su padre. Y una lucha por derechos que se replica con Marcia y Gaia. ¿También una revisión sobre el “lugar” que “socialmente” debían ocupar las mujeres?

– En un principio mi idea era narrar una historia de celos y competencia entre dos hermanos varones en un contexto de guerra. No tenía pensado hablar sobre las mujeres, pero fue inevitable, porque a medida que investigaba descubría el rol protagónico que ellas tuvieron en la guerra y su lucha por los derechos civiles en la época. Había distintas organizaciones que bregaban por un lugar en la sociedad y no pude cerrar los ojos, de modo que la historia de los hermanos se vio acompañada por estas mujeres que intentan hallar un lugar fuera de la sombra del marido o del padre.

– Si bien es una historia secundaria, está presente el flagelo del trabajo en las minas en malas condiciones, hacinamiento, enfermedades y pagos pobrísimos….

– Preguntando sobre la vida de mi abuelo, a quien no conocí, me enteré de que su familia tenía minas de carbón en Asturias y quise contar un poco de eso también. El trabajo en las minas de carbón era duro. Las condiciones laborales no eran las mejores, trabajaban mujeres y también niños, aunque eso se ocultaba porque no estaba permitido. Había familias enteras que dependían del trabajo en la mina.

– ¿Qué valor adicional tienen, para vos, las historias de amor en un contexto de guerra? ¿Es una fuente, motivación, necesidad de vivirlo más intensamente ante la perspectiva de la tragedia?

– Creo que un contexto adverso es más rico para crear una historia de amor distinta, no tan predecible, sin las comodidades del bienestar. Además, reivindicar el amor como algo sanador, porque forma parte de la vida en cualquier contexto. El amor salva, a veces es la única luz que nos mantiene vivos.

– ¿Estás ya trabajando en una nueva historia? ¿Podés contar algo del contexto histórico o el tema que la atravesará?

– La arena de Gijón deja algunos hilos sueltos e intrigas sin resolver. En la próxima novela se van a descubrir. Se desarrolla también en dos tiempos, en el 1900 y en 1956. El tema será la posguerra.

La autora

Gabriela Exilart es abogada, docente y escritora. En la Arena de Gijón es su séptima novela. La primera fue Tormentas del pasado y luego le siguieron Pinceladas de azabache, Renacer de los escombros, Por la sangre derramada, Con el corazón al sur y Napalpí atrapada en el viento.

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